martes, 3 de junio de 2014

Jesús, maestro de la verdadera religión


Hermanos todos en Cristo;

Me da la impresión, esta mañana, que ustedes y yo somos una imagen de la Iglesia peregrina. Afuera hay un cielo que llovizna, un día gris, un día triste. No tenemos una catedral donde celebrar nuestra eucaristía. La misa que en esa ocasión vamos a celebrar a la Iglesia de El Rosario, tampoco se puede celebrar allá porque está ocupada. Y venimos a pedir hospedaje a la Basílica del Sagrado Corazón. Agradecidos con esta hospitalidad somos la imagen de una Iglesia parecida a aquel pueblo que con Moisés a través del desierto levanta su tienda y camina otro tramo. Siempre se da el signo, el de algo que se busca, de un peregrinar, de algo que no está establecido: la Iglesia peregrina, la que no puede instalarse en la tierra, la que no se identifica con ninguna ideología ni cosa de la tierra. Ella siempre será aquella columna de luz del desierto conduciendo a la humanidad hacia la felicidad definitiva que no existe en este mundo.
Este hecho -que lo podemos interpretar así- merece, por otra parte, analizarse: ¿por qué han estado ocupadas la Catedral, la Iglesia de El Rosario, Cojutepeque, Apopa, Suchitoto, Mejicanos, -anoche- Aguilares, San Francisco en San Miguel y quién sabe cuántas mas? Es fácil decir que los jerarcas tenemos la culpa. Es fácil echar la culpa a otros. Yo quisiera llamar a la reflexión esta mañana precisamente con la Palabra de Dios que se nos ha leído: "En cierto modo todos tenemos la culpa".
- Frente a los ocupantes
Culpa de las organizaciones políticas populares: ¿Qué mentalidad tienen sus dirigentes? ¿Qué respeto hay en esos corazones para la vida y la misión de la Iglesia? ¿Qué sentimientos de solidaridad hay con el pueblo que es el que se beneficia de la celebración pública de su culto? Pasan por encima de todos esos valores para hacer prevalecer únicamente su estrategia; para gritar, para clamar -desde la ocupación del templo- sus justas reivindicaciones tal vez. Ellos son culpables también.
- El fin no justifica los medios
Les quisiera recordar -como a todo aquel que lucha por fines justos- que el fin no justifica los medios. No se pueden hacer cosas inconvenientes para lograr fines buenos. Los puede desprestigiar mucho el que estén usando fines, medios que ofenden los sentimientos del pueblo aunque digan que luchan por el bienestar de ese mismo pueblo. Sería la manera de que estudiaran a ver cómo pueden perfectamente, sin ofender estos sentimientos populares de la religión, luchar. Contarán con el apoyo del pueblo en lo que es justo porque es para bien del pueblo.
- Frente a las autoridades Por eso, también son culpables las autoridades de la patria.
- No hay cauces
Ellos tienen que buscar dónde dar escape al grito de la angustia del pueblo que encontrándolo en los canales normales, busca las expresiones anormales. Como cuando un tumor no tiene salida, explota por cualquier lado. Como cuando una caldera va a reventar, si no tiene válvulas adecuadas, estalla. Al Gobierno le toca poner cauces adecuados para que se oiga la voz del campesino, del obrero, del que tiene necesidad. Pero van a la Asamblea Legislativa y no se les quiere escuchar, van a los ministerios y se les trata como gente de segundo orden. Van a todas partes donde las instancias que deben de servir al pueblo los marginan, no los escuchan. Creo que si hubiera estos cauces normales no habría ocupación de templos. Gran parte de la ocupación, en la culpa, están en el gobierno y principalmente en el gobierno.
- También han ocupado iglesias
Por otra parte, que no se rasgue los vestidos hipócritamente, porque también el gobierno ocupa templos... Nos ocupó -el gobierno- la iglesia de Aguilares sin permiso de la autoridad y para fines sangrientos. Ya es costumbre y nos hemos ya hecho ambiente: a la ocupación de las fiestas patronales cuando las municipalidades no respetan al templo y le montan toda clase de ventas, estorbando el culto del patrono. Ocupación de templos, en forma de rapiña, es historia de nuestros pueblos. México, Guatemala y alguno que otro lugar en El Salvador dan testimonio de que los gobiernos han robado a la Iglesia. Eso les debía escandalizar y hacer justicia.
- Frente a los medios de publicidad
Culpa también -y en mucha parte- tienen los medios de comunicación social.
- No se prestan a la voz del pueblo
No hay lugar para esos reclamos en la prensa. ¿Dónde se ha publicado el atropello que están sufriendo campesinos allá por Arcatao, por Aguilares? Se presentan distorsionadas las noticias. Para hacer presente ese atropello tienen que venir a gritar al pueblo, y lo gritan desde una iglesia. La Iglesia tiene que comprender -aunque no justificar- que a falta de prensa, de radio, de televisión con el que cuentan los grandes medios de la mentira y de la oposición... se den estas formas de expresión. Para ellos no hay lugar muchas veces ni en campo pagado; la Iglesia ha experimentado, con el pueblo, esa marginación. ¡Cuántas cosas hemos querido publicar! y no hay lugar, porque ofende a la opresión y a la represión a la que se hacen serviles. Muchos medios que debían de servir a la verdad y a la libertad... no lo hacen.
- Frente a nosotros mismos
No se piense, pues, que es tan fácil sacar la culpa de las ocupaciones de los templos. No seamos tan simplistas. Yo no estoy de acuerdo pero trato de comprender todas estas otras razones. Ojalá ellos también analizarán, con más respeto al pueblo, lo que significa de estorbo para nuestro culto esta anomalía en la cual todos hemos puesto las manos.
Por eso, con un sentido más sincero, yo les invito a que esta mañana, a la luz de las palabras divinas, analicemos precisamente no sólo el fenómeno de la ocupación de los templos, sino tantas hipocresías que bajo la capa de religión se comenten entre nosotros. "Hipócritas" -les dijo Cristo. Ojalá no fuera la dura palabra -casi como una maldición en los labios del Señor- la que nos fustigara a todos en esta mañana.
- Diversidad de juicios
Frente a los católicos yo les diría: queridos hermanos, comprendo la confusión, la diversidad de juicios con que se juzga este hecho que merece la pena analizarlo más a fondo y lo vamos a hacer con todos nuestros sacerdotes.
- Distinguir entre tiempos normales y circunstancias de emergencia
Comprendiendo esa diversidad y juicio, yo les diría, por de pronto, dos cosas: distingamos los tiempos normales de los tiempos de emergencia.
En tiempos normales nadie ocuparía una iglesia. En tiempos normales, cuando hubiera cauces normales de expresión, las iglesias serían la expresión del sentimiento religioso y nada más.
Pero nuestro tiempo no es normal, es un tiempo de emergencia. Y así como si por desgracia nos sacudiera un terremoto, las iglesias se abrirían para recoger tantos golpeados y heridos. Y nadie diría: "Es una profanación". También hoy es un tiempo de emergencia y hay que comprender que en tiempos de emergencia no es fácil condenar actos que en tiempos normales sí se pueden condenar.
- Reflexión sobre la verdadera Iglesia y los templos materiales
Pero más a fondo, todavía, mi reflexión va -y les decía: la imagen que me da gusto contemplar aquí en la Basílica es una Iglesia peregrina- cuando Cristo quiso quitar a los judíos la mentalidad de un templo material para traducirlo en la verdadera adoración a Dios.
Dijo: "Destruid ese templo y en tres días lo reedificaré". Entendieron los judíos que se trataba del templo material, pero -dice el evangelio explicando- no decía nada del templo. Estaba trasladando todo el espíritu del templo a Él mismo. Él es el que iba a resucitar al tercer día, Él es el templo verdadero de los cristianos; a través de Él ofrecemos a Dios nuestra acción de gracias, nuestra adoración. Sin Cristo de nada sirven todos los templos por más hermosos que sean. "Ya no se adorará -decía Cristo a la samaritana- ni en Jerusalén, ni en Samaria, ni en los templos materiales. Ya llega el tiempo en que Dios busca adoradores en espíritu y en verdad".
Uno de nuestros compositores populares, cantando a la muerte del Padre Rafael Palacios, dice esta preciosa frase: "Dios no está en el templo sino en la Comunidad". ¡Ustedes son el templo! ¿De qué sirve tener iglesias bonitas de las cuales podría decir Cristo lo que les dice hoy a los fariseos?: "¡Vuestro culto es vacío!". Así resultan muchos cultos lujosos, de muchas flores, de muchas cosas, invitados y demás. ¿Pero dónde está la adoración en espíritu y en verdad? Creo que es para nosotros una lección, queridos hermanos, y yo soy el primero en recibirla y tratar de interpretarla. Tal vez no he sabido cumplir bien con mi deber de sacerdote del culto de Dios. Tal vez, con mis hermanos sacerdotes, hemos hecho consistir el culto en arreglar bien bonito el altar y, tal vez, cobrar tarifas más altas porque se adorna mejor. ¡Hemos comercializado! Por eso, Dios, como entrando en Jerusalén con el látigo, nos está diciendo: "Habéis hecho de mi casa de oración una cueva de ladrones". Todos tenemos que reflexionar: todos somos culpables. La base nos la ofrece la palabra divina de hoy.


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